Fernando Cochamanidis
Miembro activoLa lucha contra el narcotráfico no es solo un problema de otros países. Bolivia está en el centro de una encrucijada donde las decisiones que tomemos hoy marcarán cómo viviremos en el futuro.
Contexto internacional y regional
En México, la estrategia de mano dura contra los cárteles derivó en violencia, un ejemplo claro fue el asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, quien era un fuerte crítico del crimen organizado y del narcotráfico.
En Bolivia, aunque el escenario aún no llega a esos extremos, comienzan a aparecer señales de alerta: aumento de homicidios, extorsiones y presencia de clanes familiares vinculados al tráfico ilegal de drogas, especialmente en Santa Cruz.
Al mismo tiempo, los países vecinos también están actuando, Brasil lanzó un megaoperativo contra el Comando Vermelho, que dejó más de cien civiles muertos, cinco policías fallecidos y numerosos detenidos; por su parte, Argentina declaró alerta máxima en sus fronteras con Brasil; actualmente, Paraguay persigue al narcotraficante Sebastián Marset, de quien se sospecha que opera rutas entre su país y Bolivia.
Estas acciones demuestran que el narcotráfico es un fenómeno regional, ya que lo que ocurre en un país vecino puede afectar directamente a otro.
La realidad política en Bolivia
Durante casi 20 años, el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) enfrentó denuncias de vínculos entre autoridades locales y el narcotráfico en zonas cocaleras. La percepción de que algunas estructuras estatales eran débiles frente al crimen organizado generó la etiqueta de “narcoestado”.
Este pasado deja un reto enorme para el nuevo gobierno: recuperar la confianza ciudadana, transparentar las instituciones y reforzar el control territorial.
Hoy, Bolivia no puede permitirse ser un pasillo seguro para los narcotraficantes, debe modernizar sus controles fronterizos, profesionalizar a sus fuerzas de seguridad (policías y militares) y combinar la represión con políticas sociales de prevención.
¿Declarar la guerra o construir una estrategia integral?
“Declarar la guerra al narco” suena contundente, implica militarización, operativos masivos y acción inmediata con instituciones estatales sólidas; esto puede generar resultados rápidos, pero también podría convertirse en un espiral de violencia, con violaciones a los derechos humanos, aumento de víctimas y fortalecimiento del crimen organizado.
En cambio, una estrategia integral propone un enfoque más amplio: fortalecer la justicia y la policía, controlar el lavado de activos, invertir en educación y empleo juvenil para evitar que los jóvenes se involucren en pandillas o actividades del narcotráfico, mejorar el desarrollo rural y coordinar esfuerzos con los países vecinos, todo esto requiere más tiempo, recursos y paciencia, pero tiene mayores posibilidades de éxito sostenido.
Entonces…
¿DEBERÍA EL NUEVO GOBIERNO DECLARAR LA GUERRA AL NARCO CON MANO DURA, O APOSTAR POR ESTRATEGIAS INTEGRALES QUE COMBINEN CONTROL FRONTERIZO, JUSTICIA, PREVENCIÓN SOCIAL Y COOPERACIÓN INTERNACIONAL?