Ana Lucia Rivero
Directora de Asuntos InterinstitucionalesEl pasado sábado 13 de julio, mientras el ex presidente de Estados Unidos Donald Trump se encontraba dando un discurso en Butler, Pensilvania, se escucharon disparos provenientes de un tirador, identificado como Thomas Matthew Crooks, de 20 años. El exmandatario resultó herido levemente por una bala que le alcanzó la oreja. Posteriormente, les pidió a sus escoltas de seguridad que aguarden un momento antes de realizar la operación de retirada, este levantó el puño y gesticuló claramente la palabra "Fight". Dicha reacción fue interpretada por sus seguidores como un mensaje de fortaleza y determinación.
El caso conmocionó en instantes a los medios de comunicación, tomando en cuenta que el país americano se encuentra en periodo electoral. Fuera de las opiniones personales sobre las políticas e ideales que impulsan tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata, se supone que, al momento de difundir una noticia, los periodistas tienen que ser lo más objetivos posibles. Sin embargo, este no fue el caso tanto en medios nacionales como internacionales.
Por un lado, se encontraban las noticias que trataban de mitigar el hecho, relativizando lo ocurrido e insistiendo en que el escandalo acontecido fue por una caída. En contraparte, el ataque se utilizó como una herramienta para movilizar la narrativa popular en beneficio de Trump.
Como consecuencia a esto, la polarización de opiniones en la comunidad internacional con respecto a los candidatos incrementó, enfocando el discurso en distintos puntos, ambos cada vez más extremos.
Primero si este acontecimiento había sido ejecutado a propósito para beneficiar la imagen de Donald y que la población lo vea como una figura de mártir, haciendo quedar mal al republicano tildándolo de realizar un auto atentado.
Por otra parte, y con el mismo nivel de imprudencia, están las especulaciones que indican que todo fue creado por de los demócratas para eliminar a la contraparte oponente ante un descenso de popularidad de Joe Biden tras el reciente debate electoral.
Pese a que cualquier acto que fomente violencia es inaceptable, el problema está en cómo estos actos inciden en las decisiones de los ciudadanos, es claro que los sentimientos e ideologías influencian considerablemente nuestro juicio racional, pero esto es un arma de doble filo.
Hoy en día los votantes están dependiendo de la popularidad de los candidatos políticos para tomar una decisión, en lugar de guiarse por sus propuestas electorales. Esto a largo plazo también puede significar una erosión a la imagen pública en quienes se está confiando como líderes y representantes de una nación en dependencia de sus acciones.
Como personas responsables de nuestras propias decisiones y futuro nos queda cuestionarnos si: ¿Vale más el ídolo que la idea? ¿Es productivo debatir si fue un ataque o auto atentado? ¿Cómo podemos, desde la iniciativa ciudadana, revertir esta tendencia y que las autoridades sean electas por un votante informado y racional?