José Darío Cabrera
Secretario EjecutivoCuando nos referimos a la inteligencia emocional, surgen muchas variables que, generalmente, se pasan por alto. Uno de los “problemas” en cuestión, surge cuando diferentes generaciones muestran sus puntos de vista acerca de dichos temas, pues estas tienden a tener una perspectiva distinta a la que hoy en día se puede llegar a tener respecto al tema, ya que hace 20 años no contaba con la importancia que se le da hoy en día. Pero ¿es efectivo conversar al respecto, teniendo un público el cual no se siente atraído por recibir la información de manera positiva?
La inteligencia emocional se refleja en cómo y cuándo expresamos lo que sentimos, suele confundirse con la represión a dichos sentimientos, donde se maneja la creencia de que es contraproducente decir lo que sentís porque podrías herir, pero ¿cómo sabemos cuándo hay que decir las cosas? Una frase responde esta interrogante: “nunca tomes una decisión o emitas una opinión estando muy feliz o muy triste”, esta se refiere, a que no debemos dejar que las emociones sean guía de nuestras acciones, sino que hagamos un análisis con cabeza fría, antes de realizar alguna acción que pueda afectar al prójimo o, incluso, a uno mismo.
La inteligencia emocional se relaciona con la salud mental, es por eso que vemos problemas sobre salud mental que hoy en día se hablan, pero sigue existiendo personas escépticas que creen que no son reales o no les dan la importancia que se requiere. Por otro lado, vemos jóvenes que, por miedo a abrirse y contar como se sienten, no cuentan sus problemas a sus seres queridos o mucho menos a un profesional.
Dejando de lado la teoría y centrándonos más en el punto principal, hoy en día no existe una materia o una receta mágica para saber exactamente de lo que se trata la inteligencia emocional y al ser un tema “novedoso”, parte de las generaciones pasadas lo consideran innecesario, teniendo como tabú el hecho de la asistencia a un psicólogo cuando se necesita ayuda profesional, o tratando de locos a los profesionales en dicha materia, siendo que estos, tienen una tarea muy importante en la que incluso, pueden salvar vidas con la asistencia psicológica que le brindan a sus pacientes. A su vez, al ser un tema del que no se hablaba mucho, no se habían descubierto los distintos problemas que se pueden presentar en las personas, mismos que hoy en día si se pueden identificar mediante pequeños análisis psicológicos, tests por internet o cuando las personas siguen ciertos patrones en su día a día.
Por otra parte, tenemos la visión mas actualizada, en donde muchos jóvenes si se preocupan por la salud mental porque lo ven como algo importante a la hora de realizar sus actividades diarias o afrontar alguna prueba que requiera un desgaste físico, mental o emocional. Esto se ha dado, de la mano de la tecnología, ya que, al tener tanto contenido en redes sociales, como en diarios electrónicos, sobre estos temas, los jóvenes tienen el poder de informarse y autoayudarse con dichas herramientas, pero, esta puede ser un arma de doble filo, debido a la exposición de todo tipo de contenido así como también los famosos “influencers” quienes justamente, tienden a influenciar de manera considerativa a sus seguidores, y no en todas las ocasiones de manera positiva.
Si nos vamos a estadísticas, de acuerdo al sitio axa.com, en su estudio sobre la salud mental, el 32% de la población padece de estos problemas, teniendo un incremento significativo en los últimos 12 meses y, la población más afectada, son los jóvenes entre 18 y 24 años con el 39% pero, al mismo tiempo, gracias a la concientización existente, las personas ya pueden detectar por si solas los problemas o conseguir ayuda rápida, consiguiendo un profesional en materia por internet o las líneas de consulta gratuitas que están al alcance de todos.
Para ir concluyendo, vale la pena decir, que hoy en día hay muchas campañas de concientización sobre la salud mental y las barreras existentes son las que no dejan que las personas genuinamente interesadas, puedan acceder a una ayuda, ya sea que los padres no crean en los psicólogos o que los mismos pacientes se cierren a recibir dicha ayuda. A todo lo mencionado, surgen las siguientes cuestiones: ¿Cuáles serían las soluciones alternativas para tratar la brecha del conocimiento sobre salud mental en las generación de nuestros padres?