Agustín Monasterio
Miembro activoImaginate que un día aparece una enfermedad desconocida, que rápidamente se propaga en la población con un alto índice de fatalidad.
Las investigaciones revelaron que esta nueva enfermedad fue provocada por la práctica de la automedicación, la cual, se había vuelto tan común en los últimos años debido a la desinformación e ignorancia general en los ciudadanos respecto al tema. El informe de la situación fue transmitido a las autoridades, para decidir las medidas a aplicar.
Grande fue la sorpresa cuando el gobierno hizo pública su solución: a quién se encontrase siendo portador de este virus, sería inmediatamente deportado a una isla incomunicada.
Esta es la realidad de la censura; ideas que han sido cultivadas y germinadas por una ignorancia fruto de sistemas educativos precarios, las cuales son escondidas y criminalizadas en vez de atender a la raíz del problema.
En el mundo real ya vivimos y sentimos las consecuencias de una incoherencia semejante a la de la metáfora. Las sociedades actuales pretenden reversionar la censura, el antiguo perro de pelea del autoritarismo, ahora presentado como una herramienta para protegernos de narrativas “dañinas para nuestra psiquis”.
“La verdad es a menudo incómoda, pero nunca inútil” - Jean François Revel
Incluso las ideas más erróneas deben ser discutidas abiertamente, ya que solo a través del debate es posible desmontar falsedades y fortalecer las verdades. Cuando una ideología queda prohibida, lejos de desaparecer, se convierte en un mito que atrae por su mismo carácter transgresor.
Un ejemplo recurrente es el nazismo. En Europa, existen leyes estrictas contra la apología de esta ideología, que, sin embargo, no han impedido el crecimiento de movimientos como el negacionismo. Asimismo, escuchamos todos los días como en la política fluyen con la mayor displicencia acusaciones de nazismo o fascismo, lo que nos demuestra como la censura le quita objetividad a las discusiones, confiriendo significados simbólicos a ciertos términos cuyos verdaderos significados terminan siendo olvidados.
La censura tiene tres grandes defectos:
Ignorancia histórica: Las sociedades censuradas crecen sin herramientas para entender las raíces de los conflictos que enfrentaron.
Radicalización: Al suprimir ciertas ideas, estas se refugian en espacios clandestinos, llevando a su radicalización.
Debilitamiento democrático: Instituciones que garantizan libertad de expresión aplican excepciones que en última instancia han sido elegidas de forma arbitraria.
La verdadera protección frente a ideologías peligrosas no radica en su silenciamiento, sino en nuestra capacidad de comprenderlas, enfrentarlas y educar sobre sus consecuencias.
¿Quién decide qué ideas son peligrosas? ¿Cómo asegurarnos de que esa censura no sea un arma política para silenciar opositores? ¿Dónde ponemos el límite de la censura? ¿De qué factores depende ese límite? ¿Es la censura una solución inmediata o una invitación a la ignorancia a largo plazo? ¿Cómo protegemos a las sociedades de los discursos de odio sin renunciar a los principios democráticos?