José Guillermo Domínguez
Miembro activoLa lucha contra el narcotráfico en Bolivia es un tema que ha generado intensos debates y posiciones encontradas. Mientras algunos sectores abogan por una mayor militarización y control estatal, otros consideran que la solución radica en la legalización y regulación de ciertas sustancias.
Uno de los puntos más polémicos en este debate es el Trópico de Cochabamba, una región donde la producción de hoja de coca es abundante y en la que, sorprendentemente, no hay presencia constante de efectivos policiales ni de fuerzas militares. Esto ha generado preocupación y críticas, ya que el control del territorio parece estar en manos de sindicatos cocaleros y organizaciones locales, sin una supervisión efectiva del Estado.
Quienes apoyan la militarización argumentan que la falta de presencia estatal en zonas productoras de coca permite la expansión del narcotráfico y el fortalecimiento de organizaciones criminales. Desde esta perspectiva, aumentar la presencia de efectivos policiales y militares ayudaría a frenar el tráfico de drogas, reducir la violencia y demostrar el control del Estado sobre su propio territorio.
Sin embargo, la experiencia de otros países, como México o Colombia, ha demostrado que militarizar la lucha contra las drogas puede generar más violencia que soluciones reales. La represión muchas veces desemboca en enfrentamientos entre fuerzas del orden y narcotraficantes, afectando a las comunidades locales y dejando un saldo de víctimas civiles. Además, la corrupción dentro de las fuerzas de seguridad puede hacer que la estrategia de militarización sea ineficaz.
Por otro lado, hay quienes proponen una estrategia diferente: legalizar y regular el mercado de la coca y sus derivados. Esta visión se basa en la idea de que, al permitir el comercio legal de la hoja de coca y ciertos productos derivados, se podría reducir el poder del narcotráfico y generar ingresos para el Estado.
Países como Uruguay y algunas regiones de Estados Unidos han optado por la legalización de ciertas sustancias con el objetivo de controlar su mercado y disminuir la influencia del crimen organizado. En el caso de Bolivia, esto significaría una política que diferencie entre la producción tradicional de coca para consumo cultural y medicinal, y la destinada a la elaboración de cocaína.
Sin embargo, este camino también tiene sus riesgos. La legalización podría no ser suficiente para eliminar el narcotráfico, ya que los mercados ilegales seguirían existiendo para abastecer la demanda internacional de drogas. Además, la regulación adecuada requeriría de un Estado fuerte y eficiente, algo que en Bolivia aún enfrenta muchos desafíos.
El caso del Trópico de Cochabamba es una muestra de que el Estado no ha logrado ejercer un control efectivo sobre el territorio, ya sea mediante la represión o la regulación. La falta de presencia policial y militar en la zona genera preguntas sobre quién realmente tiene el poder en estos territorios y cuáles son los intereses detrás de esta ausencia estatal.
Bolivia se encuentra en una encrucijada: seguir el camino de la militarización y aumentar el control represivo o buscar nuevas alternativas basadas en la regulación y la legalización. Ambas opciones tienen ventajas y riesgos, pero la preguntas siguen abiertas:
¿Debe el Estado reforzar la presencia militar en zonas productoras de coca, o esta estrategia solo generará más violencia y represión?
¿La legalización de ciertos derivados de la coca podría ser una solución realista o solo fomentaría el consumo de drogas en el país?